Dios aprieta pero no ahorca, bien dice el refrán. Dios, sé que he renegado mucho últimamente contigo, he evitado blasfemar o maldecir, pero me estuve quejando de mi suerte que hasta el momento se veía obscura. Sé que evité hablar contigo largo y tendido, pero más por miedo de decir tonterías que te molesten que porque quisiera decirlas. Pero, no me negarás que en medio de mi angustia y desesperación, en el fondito, en el fondito, algunas breves palabras de súplica te hacía llegar. ¿Sabes qué? Gracias por escucharlas. Gracias porque al fin veo una lucecita, pequeña, lejana pero esperanzadora y por ahora eso es suficiente para mí. Gracias Dios por no ahorcarme, gracias por apretarme.